Esta vez os traigo una confitura casera de mandarina. Habitualmente, no suelo tomar ni mermeladas ni confituras, por aquello de la dieta nada más, porque por otra parte me encantan en el desayuno, sobre la tostada con margarina. Y si no sois consumidores, siempre os queda la opción de prepararlas para hacer un regalo ecológico a alguien que le guste.
No es lo mismo confitura, mermelada o jalea. Aunque todas llevan los mismos ingredientes básicos, fruta y azúcar, se procesan de forma diferente. La mermelada tiene una consistencia semilíquida, mientras que la confitura es algo más sólida y lleva más azúcar. En ambas se emplea la fruta, no como en la jalea, que se prepara con el zumo y tiene una consistencia más gelatinosa.
No es lo mismo confitura, mermelada o jalea. Aunque todas llevan los mismos ingredientes básicos, fruta y azúcar, se procesan de forma diferente. La mermelada tiene una consistencia semilíquida, mientras que la confitura es algo más sólida y lleva más azúcar. En ambas se emplea la fruta, no como en la jalea, que se prepara con el zumo y tiene una consistencia más gelatinosa.
Esta confitura que os presento aquí, hecha con mandarinas caseras, sin pesticidas ni nada que se le parezca, no se si sería porque la hice yo o qué, pero la encontré muy rica.
Ingredientes:
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1 kg de mandarinas
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750 gr de azúcar
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1 limón
Preparación:
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Lo primero, hay que lavar muy bien los botes y las tapas, mejor en
lavavajillas. Después esterilizar todo muy
bien, teniendo en cuenta que una esterilización casera nunca será efectiva al
cien por cien, así que hay que poner especial cuidado en la higiene, para ello
se meten los botes de cristal en una olla grande cubiertos de agua fría y se hierven
durante 20 minutos. Se dejan enfriar boca abajo sobre un paño limpio. Hacer lo
mismo con las tapas.
Y
ahora vamos con la fruta:
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Lavar y pelar las mandarinas reservando
las pieles.
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Cortar las pieles en tiritas muy finas. Yo pasé una parte de las pieles por la
trituradora y otra parte menor la corte en tiras finas.
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Poner las pieles cortadas en un cazo con agua fría que las cubra y hervirlas
durante 5 minutos. Transcurrido ese
tiempo, escurrir el agua y repetir el proceso dos veces más, así se quita el
sabor amargo de la parte blanca.
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Poner en otro cazo la fruta tal cual está, sin cortar. Yo sólo le quité los
hilos blancos y alguna pepita que ví. No pasa nada si va alguna porque tienen
pectina que es necesaria para el proceso pero también se pueden retirar.
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Añadir a la fruta el azúcar, el zumo del limón y las pieles escurridas y poner el cazo al fuego
medio, dejando que se vaya cociendo todo durante una media hora. Yo la fui aplastando
con un tenedor. Cuando las pieles se vean brillantes ya está lista nuestra
confitura. Yo la pasé un poco por la trituradora.
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Echarla directamente en los tarros de cristal ya esterilizados.
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Tapar bien los botes y meterlos de pie dentro de una olla grande cubiertos de
agua fría. Mantenerlos en el agua hirviendo durante 20 minutos para que el
calor llegue bien al interior y elimine todos los microorganismos nocivos.
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Sacarlos del agua y dejarlos enfriar. Etiquetar y guardar.
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